Messi y la suerte dejan al Barça a las puertas de la final
El que perdona siempre la paga. La máxima del fútbol se cumplió en la ida de las semifinales de Champions. El Liverpool fue infinitamente mejor que el Barça, pero la fortuna y Leo Messi determinaron que los culés hayan conseguido poner pie y medio en la final de Madrid del próximo mes de junio.
Los chicos de Klopp quitaron el balón al Barça, le hicieron correr, les hicieron sufrir como nunca y se fueron con tres goles en contra para la vuelta en Anfield Road. Los culés, con muy poco, consiguieron marcar gracias a la inspiración de Luis Suárez –en su versión más marrullera y letal– y un rato de Messi –vaya obra de arte marcó–.
El partido comenzó de forma sorprendente. Klopp había dejado a Firmino en el banquillo envidando con que iba a jugar a encerrarse y esperar al contragolpe. Nadie se podía esperar lo que sucedería en el primer cuarto de hora. Los reds gobernaban a su antojo el partido, mientras el Barça corría detrás del balón como pollo sin cabeza.
Ese aspecto cabreó a Luis Suárez y Rakitic, quienes hicieron sendas entradas feas no sancionadas con tarjeta por Kuipers. La del croata sacaría del partido a Keita, sin ir más lejos. Messi, viendo el asunto, tenía que intentar aparecer sí o sí, pero sin balón y con Van Dijk de vigía ninguna acción era sencilla para el argentino.
Los británicos, totalmente desatados y descarados, perdonaban a la hora de dar el último pase, mientras que Coutinho amenazaba a sus ex compañeros con varios disparos de fogueo. El Barça lo estaba pasando mal y no lo ocultaba la cara de un Valverde descompuesto. Pero cuando peor parecían los culés apareció la conexión entre Jordi Alba y Luis Suárez para que el uruguayo culminase en plancha un gol de cazador.
El Liverpool las tenía iguales o más fáciles, pero Mané no terminaba de concretar. Al senegalés le dejaron solo contra Ter Stegen pero incomprensiblemente mandó su envío alto. El golpe del gol parecía no haber afectado a los chicos de Klopp, que poseían una velocidad o dos más que los culés.
El descanso hizo que Klopp arengara a los suyos y les pidiese que creyeran en marcar un gol. Sus chicos obligaron a Ter Stegen a sacar lo mejor de su repertorio en un inicio espectacular de segunda parte de los reds. El portero alemán sacó tres manos espectacular en el primer cuarto de hora desbaratando dos intentonas de Milner y una de Salah. Especialmente increíble fue la parada al disparo del futbolista egipcio obligando a sacar una mano dura al tiro raso.
Tal era el baño que le estaba cayendo al Barça que Valverde reculó en su planteamiento sacando a Coutinho para meter a un defensa como Semedo. La consigna culé era clara: ganar de nuevo el balón en el medio campo. Ese cambio aturdió momentáneamente a los británicos, que concedieron una clara ocasión a Arturo Vidal después de una genialidad de Messi atrayendo hasta a cinco rivales.
El impresionante ritmo de juego del Liverpool dejaba al Barça con la lengua fuera y eran hasta los propios culés los que perdían tiempo para tomar un poco de aire. Los visitantes, sin embargo, seguían empeñando en dar el último pase más difícil todavía sin llegar a conseguir rematar la faena para empatar.
Y Messi apareció y resolvió
Los culés, sin embargo, necesitaban muy poco para conseguir un gol y eso quedó demostrado en el minuto 74. Una acción embarullada obró el segundo tanto azulgrana. Messi buscó en profundidad a Sergi Roberto y el rechace cayó en la rodilla de Luis Suárez estrellando el balón en el larguero. La suerte se alió con los locales cayendo el rechace en las piernas de un Messi que sólo tuvo que empujarla. ¿Quizá era el guiño a la suerte del futuro campeón?
Klopp, quien tardó muchísimo en hacer los cambios, sacó a Firmino a diez minutos del final en busca del tanto que les pudiese meter en la eliminatoria. Pero el que ya se estaba desatado fue un Messi que firmó una obra de arte para poner el tercero culé. Él se lo guiso sacando una falta por una obstrucción de Fabinho y él se lo comió culminando una falta impresionante desde 30 metros que entró por la escuadra. Una obra de arte sin más paliativos.
El Liverpool, pese al mazazo, tuvo un último tren para engancharse a la final de Madrid. La mala suerte, no hay otra explicación, dejó a los británicos sin el gol después de que la defensa azulgrana sacase en dos ocasiones un gol cantado. Primero a Firmino y después en el rechace a Salah, quien lo mandó al larguero. La suerte de unos y otros.
Los locales se colgaron del larguero en los minutos finales. Perdieron tiempo como si fuesen un equipo pequeño para conservar un resultado que les pone con pie y medio en la final. El Liverpool no tuvo su noche de cara al gol, mientras que los locales consiguieron un premio excesivo para el fútbol desplegado. La noche en la que el Barça fue menos Barça que nunca se llevó el premio gordo.